Marruecos es el reino de los sentidos del que te enamorarás.
Es un país milenario, heredero de siglos de tradición. Sin embargo, su cultura está viva y la encarnan día tras día los pequeños gestos cotidianos, las fiestas, los rituales y las costumbres. Alójate un tiempo allí e imprégnate de su paz y su arte de vivir.
Lo mejor es que te pasees por las ciudades y los pueblos, entre las callejuelas estrechas de sus cascos antiguos. Descubrirás el contraste de sus pueblecitos – con sus calles cuajadas de pequeñas tiendas, sus zocos, sus puestos callejeros, donde parece que el tiempo se ha detenido – y las grandes ciudades como Casablanca, Rabat o Marrakech, donde una población occidentalizada ofrece al viajero una visión diferente.
Sin embargo, en ellas en sus antiguas Medinas se esconden mezquitas, zocos, palacios y jardines, que nos recordarán que Marruecos es un país de contrastes.
Marruecos es la puerta al desierto y ofrece al viajero unas esplendidas dunas, oasis escondidos y amaneceres mágicos en lugares como Merzouga, un pueblecito perdido en mitad de la arena que es la puerta este del Sahara. Es el territorio del Erg Chebbi, un mundo de dunas, palmerales, pistas y rutas de senderismo. Enormes extensiones de arena bañadas por el sol y el silencio. Y en mitad de esta árida inmensidad, de pronto, detrás de una duna avistarás un lago: el Dayet Srji.
Es el sueño de los amantes del surf, windsurf y kitesurf, que dominan las olas de Sidi Kaouki o Essaouira, la antigua Mogador, que, con sus muros almenados, la caricia de los vientos alisios y sus fachadas blancas y azules, se ha ganado a pulso el sobrenombre de “la novia del Atlántico”
Pero también es el país del majestuoso Atlas y sus innumerables maravillas. En él podrás contemplar las espléndidas cascadas de Ouzoud, dejarte sorprender por el impresionante puente natural de Imi N’Ifri o admirar el agua de un profundo azul turquesa del lago de Bin El Ouidane,
Y poner rumbo al último destino ineludible, el valle de Aït Bouguemez – el valle feliz como se le conoce – dominado por la majestuosa montaña de M’goun de más de 4.071 metros de altura.
Cada viajero que pisa Marruecos descubre algo diferente, sus gentes, su cultura, sus paisajes, su gastronomía…Descubrirá la tradición de la vida bereber en medio de un país moderno que se ha transformando completamente en el último siglo.
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